La bendición del perdón

Marzo 11 del 2022

Café con Dios

 

 

“Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor», ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.”

Salmo 32: 3 – 5 (NTV)

 

 

 

El Salmo 32 nos habla de la época en que David era rey de Israel. Él mandó a sus tropas a luchar contra los Amonitas mientras él se quedaba en Jerusalén. Durante ese tiempo, David cometió adulterio con Betsabé. Y en encima, para empeorar más las cosas, David trató de encubrir su pecado, haciendo que mataran al esposo de Betsabé, a Urías, el hitita. Durante todo ese año, David vivió con la conciencia sucia, en gran agonía de espíritu.

 

Pensar que lo que hacemos no traerá consecuencias es algo ilógico porque todo lo que hacemos tiene consecuencias, sean buenas o malas.

 

Para el rey David trajo consecuencias desastrosas no confesar su pecado, él dice que se consumió, en otra versión leemos “se envejecieron mis huesos”, su fuerza se debilitó. 

La Biblia está llena de los errores de muchos para que no hagamos lo mismo. 

 

Utiliza hoy el ejemplo de David. Su sufrimiento. El momento tan oscuro que pasó por no querer confesar su pecado. ¡No lo sufras tú también! No tiene sentido. No seas necio. David ya lo sufrió. ¿Para qué sufrirlo nuevamente? Lee la segunda parte del pasaje. «Le confesaré mis rebeliones al Señor», ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.”

 

Después de todo un año de padecimiento, David llegó, finalmente, al lugar donde estaba dispuesto a decir las dos palabras que Dios había estado esperando – “¡He pecado!” Apenas lo confesó, recibió la seguridad instantánea de que el Señor lo había perdonado.

Ya no trató de usar un pretexto engañoso, o de mitigar o de excusar su comportamiento. David, finalmente, llamó al pecado por su nombre propio — mi pecado… mi iniquidad… mis transgresiones.

 

Una vez que confesamos nuestros pecados, Dios es fiel para cumplir su palabra y perdonarnos. ¡Toda la culpa desaparecerá! Las muchas aguas, no te inundarán, te rodeará de liberación, te guardará de angustia.

 

Lectura bíblica:1Samuel 26

 

 

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Soy editora de los devocionales

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